Anny: una estrella de Hollywood

La vida de Anny se desarrolla en el mundo cinematográfico de Hollywood desde su infancia.  
«Desde que Anny era niña, Johanna Fisher guiaba a Anny por el laberinto de su vida profesional, evitándole los rodeos y los callejones sin salida tan habituales en el mundillo y manteniéndola en la avenida principal de Hollywood. A lo largo de los años, le había dado los puntos de referencia, las normas, los imperativos y los objetivos que no le había proporcionado su familia. Y, de hecho, ¿qué familia?... Huérfana, nacida de padre y madre desconocidos, Anny sabía que se había criado con otros desconocidos, Paul y Janet Lee». 
Este contexto sociocultural le impone un estilo de vida. Anny emplea el alcohol y las drogas como medios de evasión. 
«–Eres una estrella, por Dios, no una persona normal y corriente. ¡Así que, por favor te lo pido, interpreta tu papel, aprovéchate, coge la pasta, disfruta de la gloria y no vengas a lloriquearme porque querrías ser sincera y parecerte a los desgraciados que pagan entrada para verte!».
«Johanna Fischer y su equipo conocían las adicciones de su estrella; pero no hacían nada por ayudarla a combatirlas, pues esas debilidades ponían a Anny a su merced. Por eso, Johanna nunca le había sugerido a su cliente que luchara contra el alcohol o la cocaína, que se sometiera a una terapia de desintoxicación. Mientras los excesos no se le notaran en la cara, y los directores de fotografía no se quejaran, la dejaría comportarse a su antojo. Sobre todo porque ello excitaba a los paparazzi y a los periodistas del papel cuché».
El comportamiento sexual de Anny es también fruto de ese contexto sociocultural del cine de Hollywood. A pesar de su activa y variada vida sexual, el sexo se ha convertido para Anny en un medio de evasión más. De hecho, no disfruta de él y llega a afirmar que los hombres sienten más placer sexual que las mujeres. 
«A Anny le traía sin cuidado acostarse con los hombres, pero estaba convencida de que ellos, en cambio, soñaban todos con acostarse con ella. ¿De dónde había sacado esa idea? De una educación sexual recibida en Hollywood. Desde que tenía cinco años, se había movido en un mundo de adultos que no tenían reparos en manifestar sus deseos y expresar sus fantasías, cuando no en filmarlas». 
«–Te acuestas con todo bicho viviente, pero el sexo no te vuelve loca. Ni tampoco los tíos. Es solo que has cogido la costumbre». 
«Anny hizo una mueca: ¡si algo la sorprendía de los hombres, era la felicidad que les proporcionaba el sexo! A ese respecto, le parecía que no había igualdad entre hombres y mujeres. La sensualidad era fuente de gran satisfacción para los primeros, pero no para ellas. Ellos buscaban el placer y lo obtenían; ellas, no».
Anny se siente una «mujer objeto», ya que a Hollywood solo le interesa su cuerpo. 
«–¿Sabes, Ethan? Cuando tienes un físico de “chica guapa”, estás condenada a hacer de tonta o de puta. Las medio guapas tienen suerte, porque les dan papeles psicológicos. En cuanto a las feas, esas sí que son afortunadas: les dan papeles de mala, les ponen ropa extravagante y tienen las mejores réplicas».
Anny se da cuenta de que no es dueña de su vida y se siente insatisfecha. Cree que está interpretando un papel que los demás esperan de ella, pero con el que no se identifica. 
« En el cine solo hay dos clases de estrellas: los obsesionados y los tacaños [...]los obsesionados, son los que se entregan por completo al instante de la interpretación, los que solo son felices en el periodo de tiempo comprendido entre “Acción” y “Corten”. Felices ¿por qué? Porque se olvidan de sí mismos; porque se abandonan; porque existen ahí, íntegros, en el instante; porque, por fin, esa hipervulnerabilidad que hace insoportable su vida cotidiana encuentra su lugar, un lugar en el que se realiza, en el que alcanza su plenitud. Ésos, de los que tú formas parte, son los tullidos de la vida. En el día a día, la realidad les hace daño, los disloca y los hace pedazos».
«–No soy feliz.  
Johanna se quedó boquiabierta. A su juicio, no había nada más indecente que decir algo así: Anny había proferido una oscenidad. 
–Tengo que cambiar algo en mi vida -insistió la joven. 
Johanna sacudió la cabeza para librarse de lo que acababa de escuchar, pero se obligó, no sin cierta repugnancia, a proseguir con tan inmunda conversación. 
–¿Qué?
–Esto no puede seguir así. No soy feliz».
Anny decide tomar las riendas de su propia vida y se rebela contra las exigencias de Hollywood. 
«–Johanna, no soy propiedad de nadie. Ni de Hollywood, ni del éxito. 
–Estás renegando de algo poco frecuente, Anny. Has logrado un estatus con el que todo el mundo sueña. 
–¿Acaso sueño yo con eso? Vale, sí, he ganado una posición que vale muy caro y que muchos codician. Pero ¿acaso lo he querido? Quiero inventar mi propia vida, no soportarla. 
–Si he entendido bien, ¿solo vas a interpretar los papeles que te gusten?
–Eso es. 
–Tu carrera caerá en picado. Dejarán de ofrecerte los mejores proyectos. 
–Todo depende de lo que se entienda por “mejores proyectos”».
Anny se enamora y vive la sexualidad de otra forma. 
«Anny se sentía como si estuviera haciendo el amor por primera vez. Antes había practicado el sexo; en ese momento, dedicaba gestos de cariño a un hombre al que respetaba, y este le respondía, ferviente y asombrado». 
Anny reflexiona sobre la mujer.
«Pues entregándose y resistiéndose es como una mujer domina; la alquimia de la seducción exige esta dosificación. La abstinencia, en cambio, cansa; y el libertinaje sistemático, más todavía. Una mojigata termina siendo un accesorio inútil; una mujer que se entrega sin límites se reduce a un objeto sexual, la clase de artilugio que acaba siempre en la basura». 
«Tabata –llamada Bolso Vuitton por todo Hollywood de tanto como le habían cosido y recosido la piel del rostro– era bajita, regordeta, atrevida, cáustica y severa, una cabeza sin cuello puesta encima de unos hombros corpulentos, era parca en gestos y tenía una mirada fría. A Anny le parecía un hueso duro de roer. Inquebrantable. Ocurriera lo que ocurriera, encajaba el golpe, burlona y rebelde. Anny le envidiaba que hubiera logrado ser tan fuerte».