«Chicas raras»

Carmen Martín Gaite reflexiona acerca de la «chica rara», aquella joven que no encaja dentro del rol femenino que la sociedad le ha dictado. 
«En una palabra, Andrea en una chica “rara”, infrecuente. 
Este paradigma de mujer, que de una manera o de otra pone en cuestión la “normalidad” de la conducta amorosa y doméstica que la sociedad mandaba acatar, va a verse repetido con algunas variantes en otros textos de mujeres como Ana María Matute, Dolores Medio y yo misma [Carmen Martín Gaite]. Y por ser Andrea el precedente literario de la “chica rara”, en abierta ruptura con el comportamiento femenino habitual en otras novelas anteriores escritas por mujeres, es por lo que interesa analizar los componentes de su rareza, relacionándolos con la época en que este tipo de mujer empieza a tomar cuerpo» («La chica rara», Desde la ventana, 1986).
«Pero lo que desde luego sí me parece evidente es que la “chica rara”, cuyo reinado inauguró la heroína de Carmen Laforet, no solo rechazaba la retórica idealización de “sus labores” predicada por la Sección Femenina, sino que empezaba a convivir con una idea inquietante, difícil de encajar y de la que cada cual se defendía como podía: la de que no existe el amor de novela rosa» («La chica rara», Desde la ventana, 1986).

Todas las protagonistas de La mujer del espejo (2013) podrían considerarse «chicas raras».

«Me siento diferente» (Anne).
«–Nadie me entenderá.
–¿Por qué?
–Porque soy diferente.
¿Qué quería decir con esa palabra? Anne no habría sabido precisarlo. Con “diferente” se refería al abismo que veía entre sus alegrías y las de los demás, a esa soledad que sentía cuando la gente contaba lo que la apasionaba y a sus reticencias a expresar lo que pensaba y que, de todas maneras, nadie comprendía nunca» (Anne). 
«Anne de Brujas era diferente» (Anne). 
«Temo ser diferente. Atrozmente diferente» (Hanna).
«¿Conoceré alguna vez a alguna mujer de la que no me sienta diferente?» (Hanna). 
«Desde siempre, me siento diferente» (Hanna). 
«”Qué chica más rara”, pensó el doctor Sinead, “habla como una anciana y siente las cosas como una niña. Haba como si estuviera de vuelta de todo, es irónica y da fe de un gran desgaste vital» (Anny). 

«Nada más hacerse esta reflexión, por primera vez se percató de lo extraña que era» (Anny).