¿Tres mujeres o una sola?

Tres historias que se entrecruzan.
«Así es como me apasioné por Anne de Brujas, (…), una mujer de la que nada se sabe y por la que he decidido interesarme» (Hanna).
«Extraña coincidencia la nuestra… Cuanto más estudio a Anne, más cerca me siento de ella. “Mi amiga”, decía yo al principio, y luego, “mi prima”, “mi hermana”; ahora siento que soy yo misma. Sí, en otra época podría haber sido ella. Anne se sentía diferente; yo también. Anne no quería que su vida se redujera a servir a un hombre o a darle hijos; yo tampoco. Ella suponía que había más cosas, en su fuero interno, que las que ella veía; yo también lo pienso» (Hanna).
«No tengo nada en contra de los coqueteos múltiples; simplemente querría ser yo quien besara y quien gozara, no una loba que escapara de mí. Me pregunto si Anne de Brujas conoció eso. Según los escasos documentos que he podido consultar, la llamaban la “virgen de Brujas”, señal visible de que no se entregaba a los hombres. Pero ¿hizo el amor no obstante? En mi caso, si interrogaran a mis vecinos, me describirían como una solterona; nada se imaginan de mi doble vida, ni la perfección de mi duplicidad. Cuando leo El espejo de lo invisible, tengo a veces la impresión de que Anne describe lo que yo siento durante el orgasmo, ese arrancarse a uno mismo, ese desprenderse de todo punto de referencia, esa expansión del cuerpo hasta las dimensiones del mundo, esa sensación de participar en un movimiento cósmico. (…). Cuánto nos parecemos más allá de los siglos. (…). Anne, mi hermana de laberinto, espero concluir pronto el libro que te revelará al mundo entero» (Hanna). 
«–¿Cómo descubrió a Anne? 
–En la biblioteca familiar había un libro sobre su vida y sus poemas» (Anny).
«–¿Por qué yo? –quiso saber Anny.
–Porque Anne es como usted: está perdida y, a la vez, es alguien que tiene las cosas claras. Camina por un mundo tenebroso al que aporta su luz. Atrae la atención de todos porque vibra, porque siente las cosas con mayor intensidad. Parece a la vez abierta y reservada. Aunque es frágil, resiste, no se doblega» (Anny).  
«Curiosamente, Anny tenía cariño a esa escritora (…). Sin duda esa aristócrata soltaba a veces extravagancias pasadas de moda, pero buscaba la verdad de la experiencia vivida.
Al igual que a Anne, al igual que a Hanna, a Anny le gustaba salir de sí misma, abstraerse de sí, de su identidad social y familiar, para acercarse a una realidad fundamental. Ese estar «por debajo de todo» Anny lo obtenía actuando. Como actriz que era, se alejaba de sí misma para convertirse en otras personas; sin embargo, antes de llegar a un personaje concreto, pasaba por un lugar indeterminado, un cruce de caminos, un lugar más allá de las diferencias, el lugar que habían frecuentado también Anne y Hanna. Anne lo encontraba en la naturaleza y lo llamaba “Dios”; Hanna, por su parte, lo detectaba en la sexualidad y lo llamaba “inconsciente”; en cuanto a Anny, había renunciado a definirlo» (Anny).

¿Tres nombres o uno solo?
¿Tres historias o una sola?
¿Tres mujeres o una sola?