Ficha técnica

Autor: Éric-Emmanuel Schmitt
Título: La mujer del espejo
Editorial: Alevosía
Año: 2013
Resumen: La novela nos ofrece los retratos psicológicos de tres protagonistas femeninas: Anne, Hanna y Anny Lee. Anne es una joven plebeya que vive en la Brujas renacentista; Hanna, una aristócrata de la Viena imperial del siglo XX; y Anny Lee, una mujer actual que reside en Los Ángeles. Aparentemente, las tres mujeres poseen todo aquello cuanto podrían desear: Anne es cortejada por un joven acomodado; Hanna goza de privilegios económicos y recibe la atención de su marido; Anny, por su parte, es reconocida como una gran actriz y goza de una vida sexual activa. No obstante, ninguna se siente satisfecha con su realidad ni dueña de su vida, pues creen que la sociedad y los hombres han decidido por ellas. Esto desencadenará en los tres casos sentimientos de incomprensión, así como actitudes de insumisión y rebeldía. En palabras del propio autor, la novela relata «tres destinos, tres aventuras singulares, tres mujeres infinitamente cercanas por lo mucho que se parecen en su sentimiento de ser diferentes y por su voluntad de escapar a la imagen de ellas mismas que les devuelve el espejo de sus respectivas épocas». Según Le Figaro Littéraire, «las tres pioneras de Schmitt brillan con luz propia y simbolizan el eterno femenino».


Paratexto: portadas



Portadas


La mujer del espejo es una novela de Éric- Emmanuel Schmitt publicada por primera vez en francés en 2011 con el título La femme au miroir. Posteriormente, se ha traducido a distintas lenguas como italiano, español, inglés, polaco, turco, chino, alemán, albano, búlgaro, portugués, rumano y ruso.

El libro presenta diferentes portadas en función del idioma. La ilustración del original en francés y de las versiones en español, inglés e italiano se corresponde con el cuadro Muchacha joven con guantes (1929) de Tamara de Lempicka, pintora polaca del art decó destacada por sus retratos femeninos y desnudos. Esta obra se encuentra en el Musée National d´Art Moderne de París. 


En general, en la mayoría de las portadas predomina la imagen femenina, excepto en el caso de las ediciones turca y portuguesa. Las versiones polaca, alemana y china ofrecen prototipos femeninos actuales y sensuales. Asimismo, la portada rusa participa en este erotismo mostrando a una mujer desnuda de otra época. La ilustración búlgara, por su parte, presenta una mujer devota. La cubierta rumana se corresponde con una imagen de Angela Rotaru. 


Reseñas


«L’eternel féminin en trois destins», Le Figaro Littéraire
Esta reseña plantea la posible consideración de La mujer del espejo como una obra feminista. La novela de Schmitt podría entenderse como tal en la medida en que el autor relata los destinos cruzados de tres mujeres de épocas diferentes pero con un anhelo de independencia y una insatisfacción comunes. No obstante, la obra escapa a toda etiqueta clasificadora, pues es al mismo tiempo un relato filosófico, una fábula moderna, una novela histórica y un retrato psicológico.

«Trois destins de femme», L’Avenir
Esta reseña destaca el importante papel que Schmitt otorga a la mujer en su novela. La mujer del espejo, que resultó escandalosa en los años 20, narra la historia entrecruzada de tres mujeres que viven en épocas diferentes. El autor relaciona cada una de sus vidas con tres destinos que, aún siendo opuestos, tienen una misma aspiración: no conformarse con la vida que les imponen. Schmitt, sin duda, nos muestra el prototipo de mujer luchadora y liberal a través de Anne, Hanna y Anny, protagonistas de La mujer del espejo. Cada capítulo guía al lector de una historia a otra, de una época a otra, de una mujer a otra. El objetivo del autor consiste, por tanto, en que el lector mantenga su atención y curiosidad a lo largo del relato.

«Portraits des femmes libres», La Libre Belgique
El propósito de este artículo es el de reflejar las principales ideas que se nos presentan en La mujer del espejo. La novela relata la historia de tres mujeres, pertenecientes a épocas muy distintas; Anne, vive en la Bélgica del siglo XIV, Hanna, en la Viena de principios del XX y Anny, una actriz contemporánea de Hollywood. Capítulo tras capítulo Schimtt mantiene la intriga del lector, revive en cada episodio el interés creciente por conocer la suerte de las protagonistas. Sirviéndose de estas tres féminas y de sus historias, el autor representa a la mujer libre y dueña de su destino.


«La mujer del espejo, una novela ‘feminista’ para cultivar la insumisión», Diario de Yucatán
En esta reseña se reúnen algunas de las ideas que el propio autor plasma en su obra La mujer del espejo. Schmitt plantea que ser uno mismo es complicado y más aún si eres mujer. Esto se refleja en los tres personajes femeninos de su novela, que están ubicados en diferentes épocas. Según el autor no se trata de un libro feminista, ya que considera que para serlo «no hace falta ser mujer». La época actual le brinda la ventaja de contar con la perspectiva histórica que le permite afrontar la vida de mejor forma; hecho que se demuestra al final del libro en el que confluyen los destinos de las tres protagonistas. Concluye exponiendo que los prejuicios no cesarán nunca, y que la idiotez y la intolerancia seguirán siendo eternas, pues no confía en que la sociedad ponga solución a este problema.




Crítica literaria feminista

De acuerdo con Marta Segarra y Angels Carabí (Feminismo y crítica literaria, 2000), «el feminismo es un movimiento político que lucha contra la exclusión de las mujeres en todos los ámbitos, cultural, social, político e intelectual y que incorpora ideas de procedencias diversas que comparten tres percepciones básicas: que el género es una construcción social que oprime a las mujeres más que a los hombres, que el patriarcado ha modelado esta construcción y que la experiencia y el acceso de las mujeres a la producción del conocimiento son la base para garantizar la existencia de esas futura sociedad no sexista». Así pues, «a la luz del feminismo la crítica y la interpretación literarias fueron consideradas un acto político habida cuenta de que la hermenéutica está en gran medida determinada por el género sexual», lo que dio lugar a la crítica  literaria feminista.
Marta Segarra y Angels Carabí (Feminismo y crítica literaria, 2000) distinguen los siguientes puntos claves de la crítica literaria feminista: (1) la revisión de la historia literaria atendiendo a su construcción patriarcal y revisando la representación de la mujer; (2) la restauración de las mujeres escritoras que habían permanecido invisibles; y (3) el establecimiento de una serie de pautas de lectura para las lectoras, hasta entonces acostumbradas a consumir literatura masculina.
La crítica literaria feminista ha experimentado una amplia evolución: 




Discurso dominante vs. discurso subversivo

Manuel Castells (Comunicación y poder, 2009) define el poder como «la capacidad relacional que permite a un actor social influir de forma asimétrica en las decisiones de otros actores sociales de modo que se favorezcan la voluntad, los intereses y los valores del actor que tiene poder». En la sociedad, el poder se ejerce a través de la construcción de discursos dominantes y coercitivos. Las instituciones y parainstituciones estatales son las encargadas de respaldar y distribuir estos discursos opresores. 
Foucault (El orden del discurso, 1970) distingue tres mecanismos de exclusión que son empleados por el discurso dominante para ejercer su poder: la palabra prohibida, la separación de la locura y la voluntad de verdad. Nos interesa especialmente el segundo de ellos, ya que desde la Edad Media la locura se ha asociado a aquellos discursos subversivos que no encajaban dentro del discurso dominante. Así pues, estos discursos del «loco» se han marginado, desprestigiado y anulado. 
El discurso detentor del poder ha sido siempre patriarcal. Esto ha generado una distribución asimétrica de los roles masculino y femenino. El hombre, en posesión del poder, ha otorgado a la mujer una condición de subalteridad. Tal como afirma Hélène Cixous en La risa de la medusa (1979/1995), «la jerarquización somete toda la organización conceptual al hombre. Privilegio masculino, que se distingue en la oposición que sostiene, entre la actividad y la pasividad. Tradicionalmente, se habla de la cuestión de la diferencia sexual acoplándola a la oposición: actividad/pasividad». 
De acuerdo con la taxonomía de Foucault, la mujer se correspondería, pues, con el ámbito de lo prohibido, la locura y la ausencia de verdad. En La risa de la medusa, Hélène Cixous ha reflexionado a propósito de la atribución de la locura a la mujer. Maider Tornos Urzainki («Del goce lacaniano a la escritura femenina: la histerización de la palabra en Hélène Cixous», 2014) afirma: «históricamente, la mujer ha sido concebida exclusivamente como un ser enfermo. Desde el discurso científico-médico, la histeria sirve para descalificar el cuerpo femenino —su sexo, su goce—, cuya irreverencia pulsional resulta intolerable para la moral burguesa del sistema capitalista».
De acuerdo con Manuel Castells (Comunicación y poder, 2009), «para desafiar las relaciones de poder existentes se necesitan discursos alternativos que puedan vencer la capacidad discursiva disciplinaria del estado como paso necesario para neutralizar su uso de la violencia». 


Voz narrativa

Genette (1989) establece una clasificación del narrador según la persona –Genette (1989: 299) entiende por persona «la postura que adopta el narrador con respecto a la historia relatada–. El teórico francés distingue entre el «narrador ausente de la historia que cuenta» y el «narrador presente como personaje en la historia que cuenta»; al primero de ellos lo llama narrador heterodiegético, mientras que al segundo lo denomina narrador homodiegético. Además, dentro de este último, Genette diferencia dos variedades en función de si el narrador «es el protagonista de la historia que cuenta» o si desempeña un papel de mero «observador y testigo». El autor puntualiza que el primero de estos, además de homodiegético, es autodiegético.
El narrador en La mujer del espejo:

Narrador
Relatos
Autodiegético
Heterodiegético
Anne

x
Hanna
x

Anny

x




Anne: el matrimonio o la religión

A lo largo de la novela, Anne se ve rodeada por un discurso dominante que le impone una forma de vida basada en dos únicas opciones: el matrimonio o el convento.
«–Tú, mi pequeña, –prosiguió la viuda–, tendrás una vida de mujer a la antigua usanza, con un marido y muchos hijos. Eres afortunada. Además, no se puede decir que sea feo tu Philippe… ¿Verdad, señoras?».
«–¡Se lo prometí a tu madre, Anne! Llorando le juré que, si sobrevivías, te trataría como a mi propia hija. Mi tarea no habrá concluido hasta que te cases».
«–Ahora, hermana, querría que le permitierais desarrollarse, que dejarais de contradecir su vocación, que dejarais de prohibirle amar como ella quiere hacerlo. Os lo ruego, dejad que su amor vaya a donde tiene que ir.
Las mujeres presentes no entendían nada de su arenga. Godeliève articuló por fin:
–¿De qué está hablando?
–¡De Dios! –bramó Braindor–. Es evidente que esta muchacha está destinada a Dios».
En Tiempo de feminismo (2000), Celia Amorós afirma que «entre los católicos, las esposas pueden verse atrapadas entre dos misoginias, la del sacerdote y la del marido, o encontrar en aquel frente a este cierto refugio».
Anne siente que no encaja dentro de ninguna de esas dos opciones que la sociedad le brinda. Por ello, desarrolla un discurso subversivo a través del que cuestiona tanto el matrimonio como la dedicación religiosa. 
«Anne temía deber su existencia a un sacrificio; peor aún, a una abnegación inútil. ¿Valía ella esa renuncia? Mísera, incoherente, menos que nada, no disfrutaba de esa vida que su madre había juzgado tan valiosa. Qué desperdicio…».
«–¿Quieres hacerme feliz? –le preguntó un día Philippe.
Ruborizándose, Anne reaccionó enseguida y, con sinceridad, contestó: 
–¡Sí, claro!
–Pero ¿feliz, feliz de verdad? –imploró el muchacho.
–Sí.
–Pues entonces sé mi mujer.
Esa perspectiva no le gustó tanto: ¿cómo, él también? Hete aquí que razonaba como su prima, como toda esa gente que le resultaba tan aburrida. ¿Por qué esa convención? Espontáneamente, Anne buscó negociar:
–¿No crees que puedo hacerte feliz sin casarme contigo?
Él se apartó de ella, receloso.
–¿Eres de esa clase de mujeres?
–¿A qué te refieres?
A veces los chicos mostraban reacciones incomprensibles… ¿Acaso había dicho algo escandaloso? ¿Por qué la miraba así, con el ceño fruncido?». 
«–Desearía casarme contigo.
–¿Por qué?
–Todo hombre necesita una mujer.
–¿Por qué yo?
–Porque me gustas.
–¿Por qué?
–Eres la más hermosa y…
–¿Y?
–¡Eres la más hermosa!
–Eso ya lo has dicho, ¿y?
–¡Eres la más hermosa!
Como lo había sonsacado sin coquetería, el halago no le suscitó vanidad alguna. DE vuelta en casa de su tía, esa noche se limitó a preguntarse: “¿Es suficiente con que sea hermosa? Él, apuesto; yo, hermosa”.
Al día siguiente, le rogó que le aclarara las cosas:
–¿Por qué tú y yo?
–¡Tú y yo, con nuestro físico, tendremos niños magníficos! –exclamó.
¡Vaya, Philippe confirmaba entonces todos sus temores! Se expresaba como un ganadero que aparea a sus mejores animales para que se multipliquen. ¿Era entonces eso el amor entre los humanos? ¿Eso y nada más? Ojalá hubiera tenido madre para hablar con ella de esas cosas…
¿Reproducirse, eso era lo que todas las mujeres de su entorno aguardaban con tanta impaciencia?».
«¿Que la vocación de Anne era Dios? A nadie se le había ocurrido.
Ni a la propia Anne siquiera» .
«Ese Dios tempestuoso la aterraba, era un padre terrible que reprendía, castigaba, vengaba, exigía sacrificios, destruía ciudades y enviaba diluvios, como un bandido colérico escondido en el bosque del cielo. En el fondo, era una suerte que Braindor hubiera fracasado en su propósito de llevarla a un convento: Anne temía a Dios sin conseguir amarlo».
La verdadera vocación de Anne no es matrimonial ni religiosa. Ella se siente profundamente atraída por la naturaleza, y es a esta a la que quiere dedicar su vida.
«Iba a casarse poco después y, sin embargo, desde que se había despertado solo era sensible a la primavera, que abría las flores. La naturaleza la atraía más que su prometido. Anne adivinaba que la felicidad se escondía fuera». 
«¡Era todo tan extraño! Por la ventana se veían dos cosas, Philippe y una mariposa: la novia se interesaba por el insecto, y la tía, por el novio». 
Anne se rebela contra los dictados sociales. 
«¿Por qué no se rebelaba? En el fondo, los demás siempre habían dispuesto de ella desde su nacimiento, y ella siempre se había dejado hacer».
«–Renuncio al matrimonio. De eso se trata. No es mi destino. No tengo razones, pero aun así no debo casarme. Lo siento mucho…».
Anne encuentra en el beaterio su lugar.
«Desde que se había mudado al beaterio, Anne se sentía realizada. Vivir con mujeres que aceptaban –o incluso que perseguían– un destino escepcional la animaba a trazar su camino. Sí, una se podía marcar otros objetivos que barrer, sufrir la dominación del hombre, tener hijos y limpiarles el trasero; las que la rodeaban, ya provivieran de la aristocracia o de los barrios más pobres, así lo creían.
Formaban una comunidad que no era ni cerrada ni religiosa, pero preferían vivir juntas, trabajar y profundizar en su fe mediante una vida de austeridad y oración. Obedecían unas normas escritas, pero no pronunciaban votos y eran tan libres de quedarse allí como de marcharse».
Sin embargo, la sociedad no puede tolerar el discurso subversivo desarrollado por Anne. Por ello, es condenada a muerte por la Santa Inquisición.
«Brujas no estaba preparada para escuchar a Anne. Su época no tenía la madurez suficiente; peor aún, los prejuicios interpretaban un discurso distinto del que enunciaba la muchacha. “No es ella quien está lejos de nosotros; somos nosotros quienes lo estamos de ella”».
«Ida había dado fe de que su prima organizaba, las noches de luna llena, ritos satánicos en compañía de animales salvajes».
«Como no entendía nada de sus poemas –”tonterías pretenciosas”–, Ida no había podido utilizarlos. El archidiácono en cambio, al enterarse el mismo día de la detención de la iluminada y de la muerte de su protectora, había enviado al tribunal las copias que poseía, acompañadas de una nota en la que declaraba que veía en ellos la expresión de un ateísmo o de una fe opuesta a las enseñanzas de la Iglesia. La blasfemia con la sospecha de herejía se añadió pues a las acusaciones contra el derecho común».
«El mandato contra ella comportaba tres alegaciones: brujería, sacrilegio y asesinato por envenenamiento». 
«Anne no se doblegaría. Era incapaz de llegar a un compromiso, por lo que seguiría enunciando, de manera recta y fatal, lo que le dictaba su creencia.
–Nuestra opinión está formada –concluyó el prelado–. Esa fe de la que se gloria, ¿podría alimentarla sin los santos sacramentos?
–Sí». 
«Van a sacrificar a una inocente por culpa de los delirios de una fulana que no soporta su desgracia y su decrepitud, la vanidad de un archidiácono, el poder subterráneo de la Inquisición y los temores de una época en la que se enfrentan a vida o muerte distintas maneras de creer».